"Dios ha sido durante mucho tiempo la mejor explicación disponible, pero ahora las tenemos mucho mejores. Dios no explica nada en absoluto, al contrario, se ha convertido en algo que necesita una cantidad insalvable de explicaciones."

Douglas Adams

Hitch 22: Una memoria – Christopher Hitchens

Christopher Hitchens fue uno de los intelectuales más polémicos e influyentes de la escena internacional. Tras opinar con pasión e inteligencia sobre todos los temas imaginables, desde la madre Teresa de Calcuta a los Clinton, desde Orwell a la guerra de Iraq, en Hitch 22 vuelve su atención hacia su propia vida, en lo que es inevitablemente el retrato de una época trascendental en la historia de Occidente y en su declive definitivo.

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Christopher Hitchens fue uno de los intelectuales más polémicos e influyentes de la escena internacional. Tras opinar con pasión e inteligencia sobre todos los temas imaginables, desde la madre Teresa de Calcuta a los Clinton, desde Orwell a la guerra de Iraq, en Hitch 22 vuelve su atención hacia su propia vida, en lo que es inevitablemente el retrato de una época trascendental en la historia de Occidente y en su declive definitivo.

 

Hitch 22 es la historia sincera de un hombre complejo, nacido en Inglaterra pero emigrado a Estados Unidos, rabiosamente ateo pero en parte judío, bohemio por principios (en el Who’s who lista sus aficiones como «beber» y «discutir») pero rígidamente intelectual. La trágica historia de su madre, retratos fascinantes de intelectuales como Chomsky, Said, Martin y Kingsley Amis o McEwan, el Oxford revolucionario de finales de los 60, el ambiente intelectual y la izquierda radical de la Inglaterra de los 70, la guerra de Vietnam, las transiciones democráticas en Portugal, España, Chile o Polonia, el «caso Rushdie» y su desmarque de la izquierda «oficial», todo desfila por estas páginas en un recorrido vertiginoso por la vida y la época de un hombre de su tiempo. En una burla del destino, en plena promoción de estas memorias, le detectaron una enfermedad muy grave que le ha obligado a limitar sus apariciones y centrarse en el tratamiento1. Desde entonces su prestigio no ha hecho hizo sino crecer. (Lecturalia)

(1) Después de padecer dicha enfermedad, el escritor británico Christopher Hitchens murió el último jueves (15 de Diciembre de 2011) a causa de una neumonía (consecuencia de esa enfermedad, cáncer de esófago), rodeado por sus familiares y amigos en un centro oncológico de la ciudad de Houston sur (Estados Unidos) después de pelear a brazo partido contra la enfermedad desde que esta se le fuera diagnosticada en junio de 2010.

Extracto del prólogo de estas memorias:

Delante de mí tengo una hermosa edición de Face to Face, la elegante revista que reciben los socios de la National Portrait Gallery de Londres. Contiene los habituales anuncios de futuros actos y exposiciones. La página que ha atraído y atrapado mi mirada es la que llama la atención sobre una exposición que empieza el 10 de enero de 2009, titulada «Martin Amis y amigos». La muestra presentará la obra de una talentosa fotógrafa llamada Angela Gorgas, que fue amante de Martin entre 1977 y 1979. En la página hay una fotografía hecha en París en 1979. Muestra, de izquierda a derecha, a mí, a James Fenton y a Martin, apoyados en una balaustrada que domina la ciudad de París. Recuerdo bien el momento: fue tras una comida decente en algún lugar de Montmartre y mirábamos la horrible arquitectura de tarta de bodas del Sacré Coeur por encima de los torneados hombros de Angela. (Quizá eso explique la expresión dispépsica de mi rostro.) En el texto que acompaña la imagen, aparentemente escrito por Angela, figura la siguiente frase sobre la ocasión en que conoció por primera vez al cautivador joven Amis:

“Martin era director literario del New Statesman, donde trabajaba con el difunto Christopher Hitchens y Julian Barnes, que estaba casado con Pat Kavanagh, por entonces agente literaria de Martin.”

Así que ahí está, negro sobre blanco, la expresión fea y sin adornos que un día será indiscutiblemente cierta. No está al alcance de todo el mundo leer sobre su propia muerte, y menos cuando se anuncia de pasada y con un tono tan flemático. En el momento en que escribo estas líneas, en los meses finales de 2008, tras haber recibido esta nota de recuerdo del futuro, ese futuro todavía contiene la inauguración de la exposición y la publicación de estas memorias.

(…)

En algunos sentidos, la fotografía que me muestra con Martin y James es del «difunto Christopher Hitchens». En todo caso, es de otra persona, o de alguien que en realidad no existe en la misma forma corpórea. Las células y moléculas de mi cuerpo y cerebro se han sustituido y han disminuido (respectivamente). El joven relativamente esbelto que miraba el futuro se ha metamorfoseado en una persona bastante corpulenta que sabe, con pena pero también con resignación, que cada día representa cada vez más y se sustrae de cada vez menos. Mientras escribo estas palabras, tengo exactamente el doble de la edad del chico de la imagen. El placer ocasional del paso de los años —mirar hacia atrás y reflexionar sobre lo lejos que ha llegado uno— es rápidamente modificado por la idea que surge inmediatamente después, sobre el relativo poco tiempo que queda. Siempre supe que había nacido en una lucha que iba a perder, pero ahora lo «sé» de una forma más objetiva y subjetiva que entonces. Cuando el obturador se cerró en París esperaba y trabajaba por el derrocamiento del capitalismo. Cuando me senté a escribir esto, después de que con el capitalismo me fuera algo mejor de lo que nunca esperé, los mercados financieros se habían desplomado, casi el mismo día en que cumplía cincuenta y nueve años y medio, y por tanto podía utilizar mis «fondos para la jubilación» administrados por Wall Street. Mi viejo marxismo regresó mientras contemplaba el «trabajo muerto» que se había acumulado en esa cuenta, lo veía despilfarrado en una victoria del capital financiero sobre el capital industrial, observaba la vieja dicotomía entre valor de uso y valor de cambio, y veía de nuevo la victoria de los monopolistas que «hacen» dinero sobre aquellos que solo tienen el poder de ganarlo. Decididamente, era interesante encontrarme actuarialmente extinto en el último trimestre del mismo año que también me había «eliminado» desde un punto de vista más literario y artístico.

(…)

Jano es el nombre que dieron los romanos a la deidad tutelar que vigilaba las puertas y, por tanto, miraba hacia los dos lados. Las puertas de sus templos se mantenían abiertas en tiempos de guerra, el momento en que las ideas de la contradicción y el conflicto reinan con más naturalidad. Las guerras más intensas son las guerras civiles, del mismo modo que los conflictos más vívidos y desgarradores son internos, y lo que espero hacer a continuación es dar una idea de cómo es luchar en dos frentes al mismo tiempo, intentar mantener ideas opuestas vivas en la misma mente e incluso mostrar dos caras distintas al mismo tiempo.

Fuente traducción:

Compra online (libro en español):

 

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