"No sé si exista Dios, pero sería mejor para Su reputación que no."

Jules Renard

Cómo ir a predicar la intolerancia y la discordia

A finales del siglo primero un religioso afirmó, en boca de uno de sus personajes, lo que pretendía hacer. Se sentó y escribió los dictámenes de la secta que estaba organizando. A través de una autoridad que él mismo se estaba inventando les dijo a sus miembros que estos debían propagar los mismos dictámenes que este les estaba promulgando. Su base principal, conseguir más poder. Y como el poder lo otorga el número de gente que te respalde, su objetivo era conseguir cuanta más gente mejor. Para ello, en uno de sus relatos, este alentaba a predicar su doctrina casa por casa, pueblo por pueblo, advirtiendo a sus discípulos que en caso de no conseguir su objetivo estos se marcharan de ahí hacia donde sí los recibieran y creyeran. No perdió ni un segundo para decirles, en ese mismo texto, que quienes no les recibieran y confiaran en ellos recibirían todo tipo de castigos divinos. Después de todo, según él mismo, todo se justificaba de boca de esa autoridad incuestionable que él mismo se estaba reinventando, que este no había venido para traer la paz sino para enfrentar a las familias.

Y lo consiguió.

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