«El señor los quiso, el señor los juntó… Hasta que un día el futuro entendió que ya era hora de manifestarse.»
Tras el asesinato de Abel, la caída en desgracia divina empuja a Caín a vagar por la tierra de Nod con el único y dudoso bien de la inmortalidad.
En la pluma de Saramago, sin embargo, ese destierro se convierte en un viaje de conocimiento, un vertiginoso ir y venir por tiempos y lugares que permitirá a Caín comprender el origen de su propia maldición.
Desde el sacrificio de Isaac por Abraham hasta la conquista de Jericó, de la destrucción de Sodoma al Diluvio Universal o a los padecimientos de Job, Caín asiste a cada uno de los episodios de una historia de sangre, la bíblica, escrita por un dios caprichoso e irresponsable.
Con la distancia que le permite la ironía, pero con la cercanía que le otorga un compromiso apasionado con los hechos que narra, Saramago nos regala una cruda a la par que humorística parodia del gobierno del Cielo.