
El tremendo «pecado» de coger leña un sábado
De entre los personajes más aberrantes de la literatura, sin duda, está el dios de la Biblia. Hace años publiqué un artículo en el que se recopilaba en una tabla los asesinatos que ha cometido este en ese libro. Es la propia Biblia, en sus relatos, quien describe cómo es la moral de ese personaje: dejando amplia constancia de su crueldad y sociopatía. Aun así, cientos de personas han venido a esta web para justificar y excusar el comportamiento de este cada vez que han tenido oportunidad.
De entre las excusas empleadas está el «dios puede hacer lo que quiera» o «es que se lo merecían». Estos apelan a que, como eran «personas malas» que «hacían el mal» estas merecían dicho castigo a manos de ese divino genocida. Su religión les ha trastocado sus valores éticos hasta tal punto que tienden a justificar actos que una persona sana y cuerda no haría jamás. A lo largo de varios artículos cortos expondré qué era eso tan «malo» que hicieron estas personas según los relatos para merecer tal castigo. Hoy inauguraremos la serie para ver el primer ejemplo de qué hace que una persona mereciera la muerte según los autores de dichos relatos.