Nathaniel Jeanson, el creacionista: confesando las falacias de autoridad
Recientemente me regresó un creyente con dos comentarios. Tonto de mi, me encontré con un dilema: quería responer a sus falacias pero ya le prometí
"No se puede razonar con los fanáticos. Hay que ser más fuerte que ellos."
Emile Chartier (Alain)
Recientemente me regresó un creyente con dos comentarios. Tonto de mi, me encontré con un dilema: quería responer a sus falacias pero ya le prometí
Siempre llega el día, cuando se habla de ciencia vs religión, en el que el creyente saca a pasear a las falacias de autoridad con las que le han adoctrinado desde niño. Ya puede uno estar explicando concienzudamente que existe una diferencia sistemática y metodológica entre ambas o contraponer todas las afirmaciones religiosas en frente de lo que sabemos gracias a la ciencia, que el creyente lo ignorará en pro de defender sus creencias con un ad verecundiam: ya sea agregando un ad populum del tipo «la mayoría de científicos son creyentes» (lo cual, además de irrelevante a día de hoy es falso) o «los científicos más importantes eran creyentes». En esta última, cómo no, no podía faltar la mención al protagonista de este artículo: Georges Henry Joseph Édouard Lemaître.
Este tipo de argumentos suele usarse tan a menudo que he visto necesario hacer este breve artículo para ahorrarme de una vez el tener que responder uno a uno cada comentario del religioso de turno explicando por qué son falaces. Y es que, por lo visto, se ve que es de lo primero, como mecanismo de defensa, que los religiosos les enseñan a los creyentes para argumentar contra quienes discuten sus creencias.
Empecemos pues…
Viendo y teniendo debates con religiosos sobre las afirmaciones que se realizan desde sus libros sagrados y que ellos toman como «la Verdad» se puede percibir una trampa que, en este breve artículo, estoy dispuesto a exponer y ejemplificar.
«Dejad que los idiotas vengan a mi» debería ser mi lema. Es un lema, por supuesto, involuntario. Pero dado que esta web trata de lo que trata (religiones) y de quienes trata (religiosos), no se podría esperar más. Y no, no me refiero a todos los religiosos: algunos lo son por simple ignorancia y porque han crecido en un ambiente que les ha inculcado dichas creencias. No, yo me refiero a quienes, entre ellos, abanderan la necedad y la cerrazón unidas. Aquellos que niegan u omiten a propósito todas las respuestas que se les dan, aquellos que niegan las evidencias, cuando estas les contradicen a ellos a sus preciados argumentos. Esto es lo que les pasa a quienes usan como referente, muy curiosamente, a William Lane Craig. Y digo muy curiosamente porque «de tal palo, tal astilla» les representa muy bien. ¿Qué se puede esperar de gente que sigue y usa los mismos argumentos de alguien tan deshonesto? Pues que sean, al menos, igual de deshonestos que él.
Creo que no me voy a quedar sólo en este artículo, donde lo demostraré, sino que haré varios: uno para cada tema concreto. Porque son tantos los ejemplos donde Craig miente, manipula y usa torticeramente a todo aquel o aquello que cita, que con uno no tendría suficiente.
Empecemos, pues, como ejemplo, con sólo una pequeña parte de su queridísimo argumento cosmológico de Kalam (quien no sepa de qué va el argumento, que se meta en el enlace o lo busque por internet): su cita al «teorema de Vilenkin».
“El mal es la ausencia de dios” ¿cuantas veces ha usado usted, señor creyente (religioso), esta afirmación? Se la han vendido bien, de hecho, y como dijo Goebbels, «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad» (máxima para sus creencias religiosas). Además, esta mentira ha surgido porque usted, como buen cristiano que es, ha confiado de quien se lo ha afirmado sin prestar mucha atención a lo que dice su queridísimo libro al respecto. No, no le culpo por no haberse leído ese libro pues, por lo visto, aunque usted no para de citarnos a los ateos los pocos versículos que a usted le han enseñado (descontextualizados mediante la libre “interpretación” de cada uno y elegidos cuidadosamente solo aquellos favorables a sus afirmaciones) como si ese argumento circular tuviera peso alguno, muy pesado es a la lectura y ya sabemos que a usted le basta simplemente con creer, aunque no sepa muy bien qué es en lo que cree. Pues sepa, queridisimo cristiano, que si nos atenemos a lo que afirma su libro, desde luego, dicha afirmación no podría estar más alejada de lo que usted define como “la palabra de Dios”. ¿Quiere saber por qué?
En la pagina Ateístas de Silicón Valley se propusieron recopilar todos los argumentos que han usado y usan los creyentes a la hora de defender la existencia de su dios. Aunque podrían considerarse de chiste, son usados constantemente por los creyentes a la hora de debatir con ateos y escépticos.
oda persona escéptica y no religiosa, más aun si esa persona es Atea, conoce esta típica excusa cristiana a todas las atrocidades y leyes crueles de Dios en el Antiguo testamento. A este creyente de moralidad sospechosa (justificar todo lo narrado en el AT, o al menos intentarlo, es de ser un enfermo retorcido) habría que recordarle todos los versículos en los que se afirma que TODO lo dicho en el Antiguo Testamento esta vigente “hasta el fin de los días”. Es más, en esos y muchos más versículos, el mismo Yahvé (Jehová) dice claramente como castigara cruelmente a quienes desobedezcan TODAS sus leyes.
La primera contradicción del creyente: los creyentes religiosos nos definen a los ateos como personas arrogantes que creemos saber todas las respuestas. Lo que no saben es que se contradicen a si mismos cuando más tarde o anterior a esa acusación lanzan la frase “la ciencia no tiene todas las respuestas”.
Bien, ¿Cómo podemos ser arrogantes si en vez de confiar en la religión (un sistema que afirma tener «la Verdad» lo hacemos en la ciencia, la cual sostiene sólo certezas basándose en la evidencia disponible y afirma no tener todas las respuestas?
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