Varias encuestas indican que el término “ateo” ha adquirido un extraordinario estigma en los Estados Unidos de tal forma que ser un ateo es ahora un perfecto impedimento para una carrera en la política ( entendida de tal manera en que ser Musulmán u homosexual no lo es). De acuerdo a una reciente encuesta de Newsweek, solo el 37% de los Americanos votarían para presidente a un ateo, que sea calificado en otros aspectos.
A menudo se imagina a los ateos como intolerantes, inmorales, deprimidos, ciegos a la belleza de la naturaleza y dogmáticamente cerrados a la evidencia de lo sobrenatural.
Aún John Locke, uno de los grandes patriarcas de la iluminación, creía que al ateísmo no se debería “tolerar del todo”, porque, decía él, “promesas, acuerdos y juramentos, que mantienen juntas las sociedades, podrían no ser mantenidas por los ateos”.
Eso fue 300 años atrás. Pero en los Estados Unidos hoy, algo parece haber cambiado. Un destacado 87% de la población afirma “nunca haber dudado” de la existencia de Dios; unos pocos 10% se identifican a sí mismos como “ateos”- y su reputación parece ir en deterioro.
Como es sabido que los ateos suelen estar entre la gente más inteligente y científicamente formada en cualquier sociedad, parece ser importante desinflar los mitos que les impiden jugar un papel mayor en el discurso nacional.