"La religión es el reconocimiento del hombre mediante un rodeo, a través de un mediador."

Karl Marx

La verdad sobre el budismo tibetano – Brendan O’Neill

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Hay más en esta antigua religión de lo que las celebridades de Hollywood tratan de hacernos creer

Muchos occidentales antes que yo han visitado el Tíbet, vinieron a un monasterio en la ladera de una montaña y decidieron quedarse allí para siempre persuadidos por la existencia brutalmente frugal estirada por los budistas tibetanos.

Yo tengo exactamente la reacción opuesta. Yo no podría esperar a salir de los templos y monasterios que visité durante mi reciente estancia en Shangri-La, con sus estatuas de demonios chillones bailando, los Budas sebosos de oro rodeados de fajos de billetes, las paredes y techos pintados en colores súper lujosos, y un olor de incienso que es como estar en el dormitorio de un estudiante hippie.

Sé que no debería decir esto, pero el budismo tibetano realmente me asusta.

 

Lo más asombroso es lo diferente que es realmente el budismo tibetano de la versión parcial importada por el ejército de celebrities del Dalai Lama.

Escuchando lo que afirma Richard Gere, la primera encarnación del Dalai Hollywood, podrías ser perdonado por pensar que el budismo tibetano consiste en sentarse en posición de loto durante 20 horas al día y tener pensamientos estilo Bambi. El budismo tibetano tiene una «resonancia y un sentido del misterio«, dice Gere , a través del cual puedes encontrar tu «ser» (sea lo que sea esto).

Mirando hace años al personaje de Jennifer Aniston en Friends, Rachel, leyendo una colección de enseñanzas del Dalai Lama en Central Perk, también se podría pensar que el budismo tibetano es algo que se puede ingerir mientras se toma un baso de leche descremada, desnatada y con avellanas.

O pensemos en la respuesta dada a Frank J. Korom por uno de los estudiantes de la Universidad de Boston cuando le preguntó por qué llevaba un collar budista tibetano. «Eso me mantiene sano y feliz» dijo, lo que reduce al budismo tibetano como a uno de tantos queridísimos Dalai Lamabalorios, el equivalente religioso a tomarse una píldora de vitaminas.

La realidad no podría ser más distinta. Los primeros devotos budistas  que me encontré no parecían ni sanos ni felices. Caminaban desde sus aldeas en el sur del Tíbet hacia el Templo de Jokhang en Lhasa, el sitio más sagrado del budismo tibetano, y el viaje les había costado casi tres meses. Lo cual no es sorprendente teniendo en cuenta que con cada tercer o cuarto paso que tomaban doblaban sus rodillas y luego se postraban totalmente en el suelo, acostados boca abajo y enterrando la cara en la tierra, antes de volver a levantarse para dar unos pasos más y realizar de nuevo la dolorosa postración.

Se veía repetitivamente agotador. Se movían a paso de tortuga. Sus frentes se teñían de gris con el contacto frecuente e implacablemente doloroso con la tierra. Llevaban tablones de madera en sus manos, lo que hacía un ruido mortal cada vez que se lanzaban de nuevo hacia abajo. Me gustaría ver a Jennifer Aniston intentando esto. Budismo tibetano sans cafeinado con leche.

Pronto te das cuenta de que ningún budista tibetano se sienta con las piernas cruzadas sobre cojines durante todo el día mientras miran hacia el espacio y dirigen su pensamiento sobre el universo. No, adorar a Buda es un entrenamiento físico completo. En el Templo Lamaling, en una ladera en Nyingchi County, en el sureste del Tíbet, vi a una mujer con sus 50 años haciendo la postración, como una versión arcaica de una sesión de ejercicios de Jane Fonda.

El templo en sí está repleto de estatuas raras. Demonios rojos con caras contorsionadas. Budas de aspecto satisfecho mirando sonrientes y condescendientemente a los fieles, pobres y agotados. Hay una estatua del «Buda viviente» (ya fallecido), quien administró este templo en la década de 1950 y 60 y que lleva gafas de sol. Tan aterradora que parece un cruce entre el Buda y Bono.

El Templo Lamaling, al igual que otros que he visitado, está pintado con los colores más obscenos. Ni un centímetro de pared o viga del techo de estos sitios de culto se ha dejado sin tocar por los decoradores posiblemente daltónicos del budismo tibetano. Donde quiera que mires hay un amarre de pintura azul, rojo o verde, o rojo brillante. Un telón de fondo extrañamente apropiado para las imágenes frecuentemente violentas de esta religión: las estatuas de demonios espadachines, las pinturas de fuego, las imágenes de Budas andróginos, algunos con pechos, otros con bolas. «Paz» y «calma» son las últimas palabras que te vienen a la mente cuando estás dentro de uno de estos lugares sentimentalmente agresivos.

El Templo Lamaling también conlleva el hecho de que el budismo tibetano, al igual que cualquier otra religión en la Tierra, se compone de varias, a veces un cuerno, de sectas. Con la excitación organicé una entrevista con uno de los monjes y le pregunté si estaba deseando que llegara el día en que el Dalai Lama regrese de su exilio en el norte de la India. Con paciencia me dijo – que soy otro occidental atontado- que no adora al Dalai Lama porque él es un miembro del budismo tibetano de la escuela Nyingma, mientras que el Dalai Lama es el jefe de la escuela Gelug. Luego está la escuela Kagyu y la escuela Sakya- cuatro difiriendo en total- que tienen exaltados desacuerdos e incluso han llegado a las manos en los últimos años con respecto a cuales de las deidades deben ser adoradas y cuáles no. ¿La religión de la paz? Sí, claro.

El budismo tibetano tiene también un integral contratiempo acerca de los gays y las chicas. Afirma que el sexo homosexual es «antinatural«. El Dalai Lama declaró en una conferencia en Seattle en 1993, durante una parada de su silbato, al más puro estilo de las giras mundiales de U2, que «la naturaleza dispone de órganos masculinos y femeninos, de una manera tan adecuada … que los órganos del mismo sexo no pueden funcionar bien (entre si).» (Alguien tendría que explicarle a Su Santidad como funciona la gente gay)

Y, como Bernard Faure de la Universidad de Columbia dice: «Al igual que la mayoría de los discursos clericales, el budismo es implacablemente misógino …». Así, mientras que las mujeres pueden convertirse en monjas tibetanas, estas no pueden avanzar tan lejos como los hombres porque de acuerdo con las enseñanzas budistas es imposible para las mujeres convertirse en «el legítimo uno perfectamente Iluminado«, en «el monarca universal«, en «el Rey de los Dioses«, en «el Rey de la Muerte» o en el «Brahma«- la quinta y más sagrada postura del budismo.

Por supuesto, esto sólo significa que el budismo tibetano es idéntico a muchas otras religiones. Sin embargo, es sorprendente la cantidad de elementos atrasados ​​del budismo tibetano que son perdonados o pasados por alto por sus seguidores hippies, celebrities y de clase media que hay aquí. Por lo que, si eres un católico en Hollywood probablemente se asuma de inmediato que eres un gruñón imbécil con una visión demencial, pero si eres un budista «Tibetano» probablemente se te considere como a una persona super-cool, o una criatura inteligente de buenos modales y buen gusto. (Admitámoslo, a Mel Gibson no le ayuda en este sentido)

Soy muy consciente del hecho de que no soy el primer occidental en ser lanzado por la peculiaridad religiosa del Tíbet. Un visitante pijo británico denunció en 1895  el budismo tibetano como un «culto profundamente arraigado al diablo y la brujería.» No hay tal cosa. Pero lo que llama la atención, y lo que me hizo estar tan sorprendido por la rareza, es la forma en que esta religión ha llegado a ser vista en los círculos occidentales del New Age como un mundo pacífico, puro, feliz- un dulce y sonriente culto de seres parecidos al Buda -. Una vez más, esto no es tal cosa. La visión moderna del budismo tibetano como algo maravilloso es al menos tan condescendientemente reduccionista como la antigua visión que se tenía del budismo tibetano como un culto al diablo.

Frank J. Korom lo describe como un «orientalismo New Age«, donde los occidentales en busca de un objetivo barato y fácil en sus vidas vacías «se apropian del Tíbet y las partes de su cultura religiosa para sus propios fines.» Ellos tratan a una religión  muy antigua y compleja como una especie de buffet de ideas donde estas se pueden recoger por pedazos y donde se pueden desechar las extrañas y más exigentes – como los demonios danzantes y la postración- pero recogiendo las brillantes, como los collares, las pulseras sagradas y las sandeces sobre la reencarnación.

Esto es todo a cerca de ello. Ellos simplemente han doblado y retorcido una religión para satisfacer sus propias necesidades. Como el lama tibetano Dagyab Kyabgon Rinpoche dice: «El concepto de ‘Tíbet’ se convierte en un símbolo de todas esas cualidades que los occidentales sienten que carecen: alegría de vivir, armonía, calidez y espiritualidad … el Tíbet se convierte así en una utopía y los tibetanos se convierten en sus nobles salvajes.» los perdedores occidentales han saqueado el budismo tibetano en busca del santo grial del auto-significado.

Articulo escrito por Brendan O’Neill, editor de Spiked en Londres, el 28 de julio 2010

Fuente: http://reason.com/archives/2010/07/28/the-truth-about-tibetan-buddhi

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