Del Prólogo: `Alguien debiera decir la verdad acerca de la Biblia. Los predicadores no se atreven, porque serían echados de sus púlpitos. Los profesores de escuelas no se atreven, pues perderían sus salarios. Los políticos no se atreven. Serían derrotados. Los publicistas no se atreven. Perderían subscriptores. Los comerciantes no se atreven, porque perderían clientes. Las personas de la sociedad no se atreven, por temor a desprestigiarse. Ni siquiera los oficinistas se atreven, porque serían despedidos. Y por lo tanto lo haré yo`.
Robert G. Ingersoll (1833-1899) fue el más distinguido orador ateo de Estados Unidos. Muchos de sus discursos fueron dedicados a la hipocresía de la religión. Con ellos incitaba a la reflexión y causó gran alarma en el clero, que al instante procedió a calumniar y difamar a Ingersoll. Sus conferencias atraían a miles de personas, mayormente debido a su ingenio liberal, su elevado estilo oratorio y su osadía al atacar algunas de las `vacas sagradas` de la sociedad. Con su perspicacia y gran sabiduría abrió los ojos de muchos acerca de lo dudoso de las creencias religiosas. Aunque sus palabras se escucharon hace cien años, continúan tan relevantes hoy como entonces.
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